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Los perros y los humanos compartimos muchos más sentimientos de lo que pensamos, y los celos no son una excepción. Pero con tal de evitar que esto se traslade a una conducta problemática cabe conocer qué tipo de celos nos podemos encontrar, cómo se pueden manifestar, y de qué manera los podemos evitar o en última instancia tratar?
1- Los celos en perros y su tipología
3- Señales de que tu perro siente celos
4- Razones y consejos para evitar los celos caninos
Los caninos tienen su propia concepción de lo que confiere a su manada. Para nuestro perro, su círculo social lo conformará todo aquel que conviva con él. Pero en el momento en el que otra persona o animal pasa a formar parte nuevamente del grupo, el nivel jerárquico y el rol que nuestra mascota adopta puede verse amenazado. Esta amenaza es lo que despierta en él los celos por atención, los cuales se suelen dar con mayor frecuencia y cabe diferenciar de los celos sexuales.
Los celos sexuales surgen de manera instintiva cuando un macho, ante el pensamiento posesivo que siente hacia una hembra, ve que otro macho puede llegar a imponer su genética. A diferencia de los celos por atención, los celos sexuales no surgen como consecuencia de la socialización sino que son fruto del instinto reproductor de todo can. Este tipo de celos también puede dar pie a una respuesta agresiva y afectar a la convivencia o relaciones que pueda entablar nuestro perro, razón por la que en ciertos casos se recomienda castrar a los machos o esterilizar a las hembras.
La cuestión de los celos caninos es algo que varios científicos han tratado de descifrar a lo largo de la historia. Mientras que algunos como Darwin creían que se trataba de una expresión adquirida de manera natural para proteger el vínculo entre individuos, otros expertos sostienen que este sentimiento es una consecuencia del proceso socializador y cultural de todo ser emocional. Un dilema sobre el que, gracias a la psicóloga Christine Harris y su liderazgo en un estudio en la Universidad de California (San Diego), podemos tener una pista.
El estudio de Harris verificó que, en efecto, los perros son una especie que también siente celos. La investigación contó con la participación de 38 caninos de diferentes razas, planteándose diferentes escenarios donde los caninos eran ignorados por sus dueños a favor de 3 objetos: un perro de peluche, una linterna, o bien un libro. Así, las personas daban el trato a estas cosas que usualmente les daban a sus mascotas, ya sea a través de caricias o un habla cariñosa.
Los resultados hablaron por sí solos, mostrándose que un 78% de los sujetos tuvieron indicios de celos al ser reemplazados por un peluche, un 42% con un comportamiento similar en el caso de la linterna, y un 25% con el libro. De hecho, una de las muestras que delataban los celos de los perros era intentar atraer la atención de vuelta de sus dueños, tratando de romper el supuesto vínculo o interacción establecida con el objeto en cuestión. En definitiva, se pudo observar cómo la gran mayoría de los caninos tienden a mostrar sus celos mediante una conducta atacante a través de ladridos o gruñidos. Atacante desde fuera, pero defensiva desde el punto de vista del animal al reclamar el rol que hasta ahora había interiorizado y creído que debía adoptar.
Micciones dentro de casa: con el fin de llamar la atención y reforzar su marca de territorio.
Conducta posesiva: al querer acompañar al sujeto del que se requiere la atención en todo momento, ya sea persona o animal, pidiendo muestras de afecto con frecuencia.
Mal comportamiento: siendo el principal motivo la falta de atención, algunos caninos pueden llegar a destrozar objetos, llorar, negarse a comer o pedir comida de más, no atender a las señales o esconderse para incitar que se les vaya a buscar.
Agresividad: en algunas razas pueden mostrar agresividad ya sea gruñendo o enseñando los dientes, e incluso mordiendo o atacando a aquel que consideren como rival, la agresividad puede aparecer en diferentes manifestaciones y será motivo suficiente para acudir a un profesional.
La situación más habitual que tiende a despertar celos caninos suele ser al prestar una mayor atención a un perro que a otro. En el caso de un perro recién llegado al mismo hogar, hablamos de territorialidad en lugar de celos, pues hasta que el nuevo inquilino no se vea como un miembro más de la familia será probablemente percibido como un “intruso” más que como un “rival”.
Otro desencadenante podría ser una menor atención a un perro durante el embarazo de una mujer, la convivencia con un niño o bebé en una familia, o por celos hacia la propia pareja del propietario cuando el canino aprecie entre ellos muestras de afecto.
Los celos, al igual que en cualquier otra especie, pueden dar pie a un cambio en la conducta habitual de tu perro. Esto gana especial cuidado si el sujeto es un bebé o un niño, debiéndose procurar prevenirlo preparando a tu perrito antes del nacimiento con las nuevas rutinas y los nuevos olores.
En el caso que veas que necesitas ayuda la mejor manera de actuar es dejando los cambios bruscos de conducta en manos de un profesional, ya sea un etólogo al que pedir consejo o un adiestrador para que él mismo reeduque a nuestra mascota. Para evitar que esto se tenga que llevar a cabo, lo mejor será que, durante el proceso de socialización, el control de los celos y la normalización de las muestras de contacto entre el propietario y otras personas o animales se hagan imprescindibles. Y si bien es cierto que el proceso de aprendizaje se dé de manera más fácil en razas como el Australian Cobberdog. Y es que, al ser perros con los que trabajar la empatía y la comprensión hacia los demás resulta tan sencillo dado su deseo de complacer a las personas, hacen que la convivencia ya sea con otros perros o familiares no sea una fuente de celos sino de apoyo.